Cultura | 1 nov 2024
Rock Nacional
La Misa Ricotera, realidades y mitos
Se cumplieron 41 años ininterrumpidos de democracia y el rock nacional como exponente de nuestra cultura fue mutando a la par de los cambios políticos, confirmando que nada es estanco ni tampoco lo que supo ser.
Por: Alejandro Arnedo
Es conocida la devoción mística que los fanáticos de los Redonditos de Ricota profesan por su líder y la banda oriunda de La Plata, incluso se han dado debates sobre si es o no la banda más importante e icónica de nuestro rock criollo.
En estos intercambios se cotejan incluso números de asistentes a recitales en una especie de cuantificación artística pretendiendo unos imponer sus razones sobre otros.
Ahora bien, cabe preguntarse si esto siempre fue así y para ello hay que retroceder en el tiempo 35 o 40 años, a esos tiempos posteriores a la guerra de las Malvinas en los que nuestro rock nacional produjo una explosión de artistas como consecuencia de que durante el conflicto armado el gobierno de facto prohibió que se pasase música en inglés por las radios, en una muestra más de insensatez.
Esa década del '80 consolidaba definitivamente como artistas populares a figuras como Charly García o el "Flaco" Luis Alberto Spinetta, daba lugar a históricos como Pappo y su grupo Riff, desde Rosario aparecían Juan Carlos Baglietto y Fito Páez, nuevos sonidos y formas llegaban con Virus, Soda Stereo y Los Abuelos de la Nada, banda esta última liderada por otro histórico que volvía del exilio como Miguel Abuelo. Sumo emergía como un ícono del under bajo el liderazgo de Luca Prodan y la lista sigue con GIT, ZAS, Los Twist y muchos más en esa época prolífica en el plano artístico y musical.
Sin embargo poco se hablaba en esos años de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, incluso, cuando la banda comenzó lentamente a trascender, muchos creían que el Indio Solari se llamaba Patricio Rey. Eran años en los que la banda tocaba en espacios reducidos como los pubs, espacios para no más de un centenar de espectadores con toda la furia. Incluso se encontraban fuera del circuito discográfico por decisión propia, no daban notas, no permitían que se filmaran sus shows y la manera de acceder a su música era a través de cintas que pasaban de mano en mano (los antiguos casetes) entre quienes participaban del mundo underground.
La llegada del menemismo al poder, como producto de la hiperinflación y la salida anticipada de Raúl Alfonsín, produjo cambios de todo tipo en nuestra sociedad. El rock no iba a permanecer indiferente ante ese escenario.
Previo a estos cambios políticos hubo tres pérdidas de figuras emblemáticas de la época: Luca Prodan, Miguel Abuelo y Federico Moura fallecieron en el lapso de un año dejando un vacío gigantesco.
A esas pérdidas se le sumó una diáspora artística que se produjo como consecuencia de las nuevas políticas aplicadas desde 1989 en adelante. Fueron años donde los grupos de cumbia y ese género se convirtieron en masivos atravesando transversalmente a todas las clases sociales.
El rock, ese mismo rock que con la llegada de la democracia tenía un contenido de cierta esperanza en sus letras y una marcada alegría en su ritmo, pasó a endurecerse, como una especie de respuesta al avasallamiento al que era sometida la sociedad. Fueron tiempos en que se empezó a utilizar esa falsa (y nefasta) dicotomía entre ganadores y perdedores o winners y losers, tan acorde a aquellos tiempos.
Es en esa época donde bandas de barrio comienzan a abrirse pasó y podemos citar a Los Piojos o La Renga, por nombrar a dos que estaban fuera del circuito masivo hasta entonces y en pocos años pasaron a llenar estadios. Dentro de este contexto, Los Redondos se afirmaron como icono del antisistema y banda de culto. Es por entonces que esa situación en la que los jóvenes de la época nos pasábamos de mano en mano aquellos casetes muta y pasa a convertirse en un fenómeno masivo y con ello la llegada a más público, mayores espacios y el arribo a estadios como el caso de Obras.
Allí se produce un punto de quiebre, un umbral que marca un antes y un después y tiene fecha precisa: 19 de abril de 1991. Esa noche Los Redondos tocaron precisamente en Obras y se produjo una razia policial en la que el joven Walter Bulacio (menor, de 17 años de edad) fue detenido y llevado a la comisaría 35. Al día siguiente sería trasladado al hospital Pirovano con traumatismo de cráneo de allí fue derivado al Sanatorio Mitre donde fallecería cinco días más tarde.
Las razias en los recitales eran una lamentable práctica llevada a cabo por las fuerzas policiales y que había quedado como resabio de la dictadura, sólo que en esa oportunidad el resultado fue más grave aún.
Lo cierto es que Los Redondos pasaron a estar en el centro de la escena como nunca antes. Las marchas, convocadas por la familia y amigos del joven, le dieron visibilidad al caso y si bien los Redondos intentaron mantenerse un tanto al margen del tema les resultó prácticamente imposible.
La muerte de Walter Bulacio, un hecho trágico de violencia que era más natural en el fútbol pero nunca en el mundo del arte, actuó como disparador. La banda pasó a ser un icono de la resistencia al sistema regresivo y al momento social que se vivía por entonces. No pasó mucho tiempo para que llegarán los shows en grandes estadios como Huracán, más tarde Racing en un ascenso meteórico en la popularidad, y ya después hasta los grandes estadios quedaban chicos. Algo que no había sido ni buscado ni deseado por los integrantes de la banda.
Es en esos tiempos cuando surge la famosa "Misa Ricotera", donde se produce un fenómeno de militancia rockera y se tejen lazos entre el fútbol y el rock como nunca antes.
Sin pretensiones de caer en categorizaciones o en los tan pretendidos veredictos o juicios de valor, los cambios en el rock y en la legendaria banda de La Plata fueron dándose conforme cambiaba el clima político de aquellos tiempos, llevándolos a lugares impensados en una muestra más de que nada puede preverse, mucho menos aún el destino que no entiende de deseos o voluntades.
Así en el arte como en la vida misma.