viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1969

Educación | 18 ene 2023

Opinión

Mamá, tu cama tiene magia

Artículo de Jimena Fontecha, profesora de nivel inicial y maestra integradora en instituciones educativas de Avellaneda y la Ciudad de Buenos Aires.


Por: Jimena Fontecha

Las respuestas provenientes de los niños que aprenden por observar, experimentar, sentir y leer el mundo que los rodea generando hipótesis son las bases puras de una explicación y conocimiento a posterior.

Fue así cómo comenzó este escrito por una frase llena de sentido, sentimientos y ese toque de imaginación, entonces fue cuando a diferentes niños de edades de cinco y seis años le pregunté: “¿Qué es un nido?”, sus respuestas fueron, “es para que los pajaritos pongan huevos”, “es donde nacen los pajaritos”, “es la casa que arman los pajaritos”, los escuche y entonces surgió la siguiente pregunta: “¿Para qué sirve un nido?” , algunas respuestas fueron, “para que vivan los pajaritos chiquitos”, “para que estén protegidos y no se los como otro animal”, “los protege la mamá”, “la mamá los cuida ahí y les da de comer hasta que crecen y puedan volar”.

¿Qué será aquello que durante nuestra infancia nos lleva a la cama de nuestros padres?, después de 35 años creo haberme acercado a una posible respuesta .

Durante un mes los mellizos de cinco años cambiaron su conducta, de pronto querían dormir conmigo en mi cama, no había manera que concilien el sueño en el cuarto de ellos como lo hacían antes; sus colchones parecían tener alfileres, chinches; sus almohadas parecían ser una fábrica de pesadillas de arañas, lobos, payasos; así que “yo” no dormía me la pasaba de una cama a otra para hacerlos dormir, les leía cuentos, no uno, sino muchos, les cantaba, los palmeaba hasta que lograba el objetivo, primero uno y luego el otro abrazado a mi; con suerte me pasaba a mi cama toda doblada, dura, caminando como un robot oxidado a las 2 de la madrugada, iniciando la batalla del sueño entre las 20:30 y las 21 hs, pero a partir de las tres o cuatro de la madrugada comenzaban a pasarse y disputarse su lugar al lado mío y a veces dormían ellos y yo en una cama aparte.

¿Qué cambió?. Me preguntaba una y otra vez. Cansada de ser una zombie o de estar en modo automático durante el día decidí llevarme un colchón al cuarto y ellos tomaban turnos para compartir sus noches a mi lado. Obviamente recibí críticas como algunos de los lectores de ahora, pero no se anticipen que ya vamos a descubrir la respuesta, ¿acaso a ustedes no los sacaban “volando” cuando iban a la cama de sus padres?, la estrategia de lograr dormir aunque sea sintiendo invasión a mi privacidad sirvió por dos semanas, luego ya dejaba de resultar y el sueño se llevaba a cabo en mi cama, hasta que la melliza me dijo la respuesta : “Es que tu cama mamá es mágica, yo me acuesto y me duermo”, y me quede pensando y era cierto, ellos apenas se acostaban se dormían, entonces entendí todo, “no es mágica” mi cama añida, tiene mi perfume, mi calor, tiene mi tacto. Mi cama para esos niños que se dan cuenta que terminan una etapa de jardín y se convierten en “grandes” como le dicen, vuelven al nido, yo me pongo en medio de la cama y los abrazos, ellos ponen sus cabecitas sobre mi pecho y  allí la memoria de los sentidos aparece en un lenguaje mágico donde recuerda lo que se sintió por 35 semanas la vida intrauterina.

Es aquí en lo que prosigue el desarrollo en el que la experiencia del embarazo múltiple el arrullo materno de la cacofonía del útero queda replegado abriendo paso a un Otro significante.

Desde el vientre materno el bebé experimenta ruidos, susurros, sonidos, como el latido del corazón de la madre. Cuando en el vientre hay gestándose dos bebés, estos sonidos son provenientes no solo de la madre sino del más  cercanos correspondiente a su hermano, casi al unísono, quien ya acaricia y es acariciado antes de nacer, son sensaciones sinestésicas que configura resonancias afectivas libidinales.

Al venir al mundo se produce una experiencia de pérdida, es esta la que lo despierta a la vida, sin duda deja su impronta sináptica produciendo plasticidad neuronal.

Allí donde ellos sienten el cierre de una etapa de juegos para entrar a el colegio de los grandes, a las aulas que ya visitaron y que se estudia, el llevar dinero para comprar solos y ver a y pertenecer al mundo de su hermana mayor, genera en ellos un duelo, ese sentimiento de cambio, de perdida, necesitan estabilidad, volver anidar, sentir que la “cama de mamá es mágica” pero en realidad lo que es mágico es la memoria libidinal que genera que al abrazarnos en un lugar íntimo, nuestros tres corazones vuelvan a sentirse, a retumbar, a crear una música que relaje e invite a soñar.

Sobre la autora

Jimena Fontecha es profesora nivel inicial y maestra integradora. Además, es Diplomada Superior en Infancias y Adolescenscias desde una perspectiva de Género, Derechos y Autocuidado de la Universidad de Flores (UFLO), cómo así también es Diplomada Superior en Comunicación Institucional y Competencias Comunicativas en la Escuela de la Universidad FASTA.

Actualmente se desempeña como profesora de nivel inicial y maestra integradora en instituciones educativas de Avellaneda y la Ciudad de Buenos Aires.

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