martes 10 de diciembre de 2024 - Edición Nº2197

Cultura | 7 abr 2024

Historia

La historia del monumento de Nicolás Avellaneda en Plaza Alsina

El historiador y especialista en Patrimonio monumental, Oscar Andrés De Masi, hace un análisis sobre el monumento que se encuentra ubicado en la plaza céntrica de Avellaneda.


Por: Oscar Andrés De Masi (*)

El nombre de Nicolás Avellaneda, tercer presidente constitucional del país, designa a la ciudad cabecera y al partido de Avellaneda, antes conocido como Barracas al Sur. También designaba la estación del Ferrocarril Roca en ese distrito, pero fue reemplazado.

Su monumento escultórico se levanta en la Plaza "Alsina", que es la principal de aquella ciudad. Al igual que ocurre en Lomas de Zamora, el nombre de la plaza no coincide con el patrono de su monumento.

La autora de esta obra es la escultora argentina Lola Mora (o Dolores Mora de la Vega de Hernández), quien, en este caso, firmó la pieza consignando también su apellido de casada.

Si bien su celebridad popular se debe, quizás, al recurso a un tema de la mitología clásica (la Fuente de Las Nereidas), la artista fue beneficiada, en varias ocasiones, con encomiendas oficiales de monumentos dedicados a próceres argentinos: Laprida (actualmente en Jáchal, San Juan),  Zuviría (Salta), Alvear (Corrientes), Alberdi (San Miguel de Tucumán), Fragueiro (Alta Córdoba); o el busto de Luis Sáenz Peña (Casa de Gobierno). El monumento a Avellaneda integra ese repertorio temático.

De aquellas esculturas de mármol podría afirmarse la influencia academicista italianizante de Monteverde (el autor de la estatua de Mazzini para Buenos Aires y del Cristo crucificado para la capilla del Cementerio de la Recoleta), de quien Lola Mora fue alumna y amiga en Roma.

El monumento a Avellaneda recapitula aquella "maniera" expresiva y se integra, con análogos méritos artísticos, a los otros dos monumentos al ilustre ex presidente que posee la ciudad de Buenos Aires: su monumento funerario de lenguaje clásico en la Recoleta (obra de Félix Coutan) y su monumento de lenguaje moderno en Palermo ( obra de José Fioravanti).

El concurso para el monumento a Avellaneda

Para la época del encargo del monumento a Avellaneda, Lola Mora ya gozaba de fama en el medio artístico, y de experiencia en materia de concursos oficiales. En abril de 1908, le fue comunicado por un comité integrado por Alberto Barceló, Félix Soriano y José Oldani (todos ellos del núcleo del conservadurismo político), su triunfo en el concurso para el monumento a Avellaneda, cuyo nombre había adquirido el partido de Barracas al Sur en enero de 1904. 

De aquel momento data la remodelación y embellecimiento de su plaza matriz. Allí debía emplazarse el monumento por resolución del Concejo Deliberante del 28 de noviembre de 1907, refrendada por el intendente Domingo Barceló. Ya en diciembre, con suma ejecutividad, se conformó una "comisión de vecinos" que se reunía en la Intendencia municipal. A su vez, una subcomisión artística debía formular las bases y dirimir el concurso.

Las bases eran bien simples: los bocetos de yeso debían  ser evaluados por dicha subcomisión; la estatua debía ser de mármol con base de granito; el costo no podía exceder de los $35.000.-m/n.; y el autor, utilizando un seudónimo,  debía acompañar una memoria descriptiva de su propuesta, con precisa indicación de la superficie a ocupar con la obra.

Hubo trece maquetas presentadas, que fueron evaluadas durante un mes y fueron exhibidas al público en el edificio comunal. El fallo de la subcomisión favoreció a Lola Mora (seudónimo Lakmé y lemaVerba Selecta), entre los otros dos finalistas Garibaldi Affani (Ariosto) y Pedro F.Souza (Demóstenes). 

Los fundamentos del jurado aludían no sólo a la "mayor belleza artística en conjunto y en detalle" sino, también, a la relación de su costo con su tamaño (10,50 m. de altura)  y la cantidad de materiales a emplear. Obviamente, si pesaron sotto voce  las vinculaciones políticas de la escultora con el régimen conservador y con el general Roca en particular , no lo iría a reflejar el veredicto del jurado. Pero, más allá de esta sospecha inevitable, los méritos del proyecto eran indiscutibles. Y, además, la afinidad nativo tucumana (en disputa con la tesis salteña) de la autora y el homenajeado ( que fue su padrino de bautismo),  ofrecían quizás un plus de inspiración; de hecho, en la memoria descriptiva ella mencionó sus simpatías especiales por el personaje y, en base a ello, acomodó el costo a las bases respectivas, toda vez que, según ella, el costo real de su obra doblaba el presupuesto del concurso.

Las revistas ilustradas como PBT y Caras y Caretas, y La Nación, dieron cabida a la noticia del concurso.

El programa iconográfico y la estructura material de la obra

En cuanto al programa iconográfico, el conjunto, por entero figurativo y académico, se organiza en derredor y por encima de un plinto ortogonal de referencias clásicas (elevado por sobre tres cuerpos escalonados) , y cuyas caras fueron decoradas con pilastras estriadas y una delicada  guarda geométrica horizontal,  cercana al arranque del fuste. Este cuerpo vertical y sus basas no se realizaron en granito, sino en hormigón armado, recubierto luego con mármoles italianos. En cambio, se ejecutaron con granito rosado las dos gradas inferiores. 

Como única inscripción original, se esculpieron en el frente del pedestal las palabras NICOLÁS AVELLANEDA, empleando una tipografía de referencias Art Nouveau, en canje de las consabidas letras romanas propias de los monumentos patrióticos salidos de la matriz academicista.

Sobre el singular capitel (des-adscripto de los órdenes canónicos como concesión a cierta vanguardia Liberty) decorado con motivos simples, del tipo boucle, se alza la estatua de Avellaneda, de pie, en "actitud tribunicia" o discursiva, apoyando su mano derecha sobre una  tribuna (con sus paneles bien esculpidos imitando una fina ebanistería) y reteniendo un pañuelo.  En la mano izquierda, ligeramente alzada, sostiene el pliego con su discurso. 

La cabeza es altiva y la mirada alcanza un horizonte indefinido, consistente con la visión de largo plazo y alta moral del estadista. Los rasgos faciales corresponden a un vivo retrato del prócer, con notable modelado del rostro, los cabellos, la barba, la vestimenta y  los complejos pliegues de la capa, que se derrama sobre la tribuna en un gesto expresionista. 

El momentum exacto del retrato insinúa una pausa durante la lectura de uno de sus inspirados y elocuentes discursos (recordemos que era un notable orador). Toda la tensión parece descargarse, si bien se mira, en la mano derecha y el abigarrado pañuelo, que facilitan, a la vez , la sensación de descanso y apoyo para un orador exigido en el esfuerzo parlante.

Acompañan a la figura principal cuatro alegorías y un motivo emblemático-decorativo: 

-La Oratoria (figura femenina del lateral derecho enfrentando el monumento) que, coronada de laureles y sosteniendo un papel en su mano izquierda, ofrece laudos a Avellaneda, y prevalece sobre La Fuerza, representada por un león sedente y de rasgos algo antropomorfizados. 

-La Capitalización de la República, figura femenina también, en la cara frontal, parcialmente desnuda en su torso, dotada de símbolos de autoridad soberana (una vara y el escudo de la Capital) y entronizada en un sitial romano. 

-En el lateral izquierdo enfrentando el monumento, aparece el juvenil Genio alado de Avellaneda, iluminando el porvenir nacional y sentado sobre libros en señal de saberes adquiridos por medio de la educación.

-En la cara posterior, como emblema decorativo, la escultora colocó un escudo nacional que asoma en un drapeau,  acompañado de palmas,  etc.

El modelado de las figuras es de excelente factura y todas fueron realizadas en el atelier romano de la artista, con el concurso de competentes ayudantes, esbozadores y demás gremios asociados a la producción estatuaria en los talleres italianos.

Tras la adjudicación, Lola Mora anotició al jurado de las medidas precisas de la pieza: una altura total de 10,50 m., llegando la figura de Avellaneda a los 3 m. de altura. Las estatuas serían de mármol de Carrara, de primera clase y sin manchas; y los pedestales y demás partes de arquitectura, de granito del país, aunque, luego, se modificó este componente.

Firmado el contrato con la artista (que debía emplear un año en la ejecución) se requirieron los servicios del arquitecto Oldani. para las tareas del basamento (estructura de hormigón armado ) y para la fijación de las estatuas. El marmolista Besada (quien había tenido a su cargo los revestimientos del Palacio del Congreso) intervino en la fijación de los revestimientos que, finalmente, fueron de mármol de Carrara en lugar de granito.

Circunstancias posteriores

En este punto aparece una de las singularidades de este concurso y de este monumento: Lola Mora reveló que con el seudónimo de Coatí y  el lema Aconquija, también había participado del concurso el artista Luis Hernadez Otero, con quien ella planeaba casarse. He allí el origen del "de Hernandez" en la firma de ésta y de otras piezas. Este joven Hernandez también estaba vinculado a la política: era hijo del gobernador de Entre Ríos y sobrino nieto del autor de Martín Fierro, y desempeñaba un cargo en el Congreso, donde había conocido a Lola, con ocasión de las estatuas alegóricas que se le encargaron para aquel edificio. Se casaron en 1909  y partieron en viaje de bodas a Europa en el Principessa Mafalda. Éste vuelco en su vida privada iría a demorar el plazo de entrega de la estatua de Avellaneda, haciendo imposible su realización en el año prometido. Tampoco iba a costar los $ 35.000.- iniciales y bien lenta fue la suscripción popular para financiarla. ¡Hasta hubo que rifar un auto para acercar fondos!

Las demoras en las remesas de fondos causaron bastantes trastornos a la autora, quien debió hipotecar su casa de la Via Dogali para pagar los mármoles y a otros subcontratistas de la fábrica (ayudantes, formador, esbozador etc.).

Inauguración oficial

El monumento pudo ser armado recién en 1913. El 8 de junio de aquel año fue oficialmente inaugurado, con la asistencia  del Gral.Roca y del Dr.Victorino de la Plaza, como únicos ministros vivos del gabinete de Avellaneda. La crónica de la ceremonia destaca su colorido y su solemnidad. Entre los concurrentes se hallaba el presidente Roque Sáenz Peña, el gobernador Arana, el intendente local Alberto Barceló y el obispo Terrero de La Plata, entre otros. 

El presidente de la Nación descorrió el velo que cubría la estatua y, en un gesto fuera de protocolo, se acercó a la escultora, a quien estrechó la mano. El agasajo continuó en el Palacio Municipal, con un baile de gala, mientras, todavía por la noche, los vecinos desfilaban curiosamente ante el monumento, alumbrado por lamparillas.

Esa tarde en Avellaneda fue, quizá, el momento del cenit de Lola Mora, amparada bajo el manto del régimen conservador. A mediados de ese mismo año, una comisión parlamentaria radical-socialista comenzaría a objetar las obras de la artista en el Congreso, logrando luego su desalojo. Si bien habrá otros encargos posteriores, redundantes en piezas de excelente calidad, no tendrán para el nombre de Lola Mora el impacto de las obras monumentales ejecutadas hasta 1913.

Autenticidad e integridad como bien patrimonial

Condiciones visuales de su emplazamiento

Deben ponderarse en este monumento las condiciones de autenticidad e integridad original, pues  ha llegado hasta nuestros días prácticamente sin alteraciones ni aditamentos, con la salvedad de algunas placas de homenaje y de una cerca perimetral de baja altura.  

Además, su emplazamiento privilegiado, en su sitio de origen, es otra circunstancia virtuosa a destacar, logrando una evidente focalidad como hito urbano y preservando la amortiguación visual que le provee su entorno inmediato en la "Plaza Alsina" , sobre la avenida Mitre.

En el año 2019, integró una lista de esculturas declaradas como patrimonio en el marco normativo nacional.

Las fotos de vieja data, que muestran el monumento y, por detrás, el hermoso templo matriz de Avellaneda (hoy demolido) dan una idea del atractivo aspecto de ese sector cívico- urbano al momento de la inauguración.

Los años han pasado y el monumento permanece en pie, como un bien patrimonial de alta calidad artística, que es motivo de orgullo para los vecinos de ese municipio tan rico en memoria histórica.

(*)El autor, abogado e historiador, es especialista en Patrimonio monumental argentino. Entre 2002 y 2013 se desempeñó como Asesor Legal y Vocal Secretario de la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos , y como Rector de la Escuela Nacional de Museología, donde dicta la materia Patrimonio Cultural Monumental IIº.

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