El arquero de Independiente, Rodrigo Rey, obtuvo un fallo judicial considerado histórico en materia de inclusión educativa, luego de denunciar que una institución escolar de City Bell había decidido excluir de la matrícula a uno de sus hijos, diagnosticado con autismo.
El conflicto comenzó el año pasado, cuando el Instituto José Manuel Estrada informó a Rey y a su esposa que no renovaría la inscripción de sus hijos para el ciclo lectivo 2025. Ante esta situación, el futbolista inició un proceso judicial que concluyó esta semana con una resolución favorable del Juzgado de Garantías del Joven N.º 3 de La Plata.
En su fallo, el Tribunal determinó que la institución incurrió en un acto de discriminación indirecta y ordenó garantizar la continuidad escolar de los dos niños. Además, dispuso que el establecimiento implemente capacitaciones obligatorias para su personal docente y no docente, con el objetivo de promover la inclusión de estudiantes con trastorno del espectro autista (TEA). La sentencia no sólo repara la situación particular de la familia Rey, sino que establece un precedente relevante para casos similares en todo el país.
La resolución judicial se conoce en un contexto de avances legislativos en materia de inclusión. En diciembre de 2024, tomó impulso en la provincia de Buenos Aires un proyecto que proponía una mirada integral sobre el autismo en el sistema educativo. Tras un largo debate, la iniciativa se convirtió en ley el 13 de noviembre de 2025.
El proyecto, impulsado por el senador provincial de Unión por la Patria Emmanuel Santalla, establece la capacitación obligatoria, permanente y gratuita para docentes y personal técnico-administrativo, profesional y auxiliar. La normativa fue elaborada en conjunto con organizaciones especializadas y colectivos de familias de personas con autismo, que desde hace años reclaman políticas de inclusión efectivas.
El trastorno del espectro autista (TEA) afecta a alrededor de uno de cada cien niños en el mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, aunque la prevalencia varía según los países y los estudios. El espectro abarca una amplia diversidad de realidades: desde personas con elevada autonomía hasta quienes requieren apoyos permanentes para realizar actividades cotidianas.
El diagnóstico suele ser complejo y se basa en entrevistas clínicas, evaluaciones del desarrollo, observación de la conducta y cuestionarios estandarizados. La detección temprana es clave para acceder a intervenciones adecuadas, como terapias del lenguaje o acompañamiento psicosocial.
En las últimas décadas, la prevalencia del TEA ha aumentado. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, la tasa en niños de 8 años creció de 0,66% en el año 2000 a casi 3% en la actualidad. Los estudios señalan una combinación de factores genéticos y ambientales como principales determinantes, aunque aún no hay conclusiones definitivas.