La industria del juguete en Argentina atraviesa uno de los momentos más críticos de las últimas dos décadas, según advirtió la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ). El sector enfrenta simultáneamente presiones demográficas, culturales, económicas y regulatorias en un contexto marcado por la caída del consumo y el avance de las importaciones.
En los últimos años, la demanda estructural mostró una reducción sostenida, impulsada principalmente por la disminución de la población infantil. De acuerdo con proyecciones del INDEC, el segmento de 0 a 14 años pasaría de 10,4 millones en 2022 a 6,8 millones en 2035. A este factor se suma un cambio profundo en los hábitos de entretenimiento: el uso de pantallas continúa desplazando a los juguetes físicos, un fenómeno que impacta a toda la cadena del sector.
Si bien el comercio electrónico crece, solo representa cerca del 25% de las ventas y plantea desafíos logísticos y financieros para las pymes. El ticket promedio asciende a $22.000 en los comercios de barrio y $49.000 en cadenas, con un promedio general cercano a los $35.000. La mayoría de las compras se realizan con tarjeta de crédito.
Uno de los puntos más sensibles para el sector es el récord de productos importados. Entre enero y octubre, las compras externas alcanzaron los US$91,3 millones FOB y 17,5 millones de kilos, lo que representa un aumento del 59,5% en valores y del 94% en volumen respecto de 2024. China concentra el 85,7% del valor importado y el 94,4% del total de las cantidades.
“En un año pasamos de 199 a 530 importadores de juguetes; de 9 millones a 17,5 millones de kilos importados y con el consumo en caída. Una avalancha sin precedentes”, señaló Matías Furió, presidente de la CAIJ. La sobreoferta, impulsada por productos de bajo costo —el 52% del volumen corresponde a artículos de menos de US$3 FOB por kilo— presiona los precios, distorsiona la competencia y dificulta el desarrollo de productos de mayor calidad.
El contrabando también ocupa un rol central en la crisis. Según estimaciones, representa cerca del 30% del mercado, generando competencia desleal, evasión fiscal y riesgos en materia de seguridad por la falta de controles. La CAIJ registró el cierre de múltiples jugueterías tradicionales y alertó que muchas empresas “están rematando la mercadería para recuperar liquidez”.
Frente a este panorama, la cámara reclamó medidas urgentes para proteger la salud de los niños, garantizar condiciones de competencia leal y evitar una mayor pérdida de producción y empleo. Entre los pedidos se destacan reforzar los controles en frontera, exigir el marcado de conformidad con QR, asegurar la trazabilidad de los productos e intensificar la fiscalización de importaciones de bajo valor. “El arancel se redujo un 15%, pero los juguetes importados no bajaron de precio”, concluyó Furió.