Una máxima del fútbol, que señala que a los clásicos hay que ganarlos sin importar tanto el nivel del juego, es lo que debe hacerse carne por estas horas en Juan Antonio Pizzi. Hubo un penal que no existió, sí. Un equipo al que le sigue costando generar peligro a través del juego asociado. También. Una identidad que por momentos es difusa.

Sí, otra realidad. Pero Racing le ganó el clásico de Avellaneda a Independiente. Por segunda vez consecutiva en el Cilindro. Sin la connotación heroica del 1-0 del 9 de febrero de 2020, cuando Chelo Díaz la metió con 9 en cancha, pero con el sabor más dulce que deja este tipo de triunfos, encima sobre el filo del epílogo. Porque Racing, como aquella vez, no bajó los brazos nunca. Lo fue a buscar hasta los últimos minutos. Y con coraje.

“El equipo jugó con personalidad, con personalidad de campeón. De equipo que aspira a cosas importantes. Noté mucho eso en todos los jugadores. Mucha seriedad y responsabilidad, sin perder la alegría que produce jugar”, expresó el entrenador en conferencia de prensa. Más allá de la recuperación tras la caída por 4-2 ante Godoy Cruz, Pizzi ahora se ilusiona con que esto los ayude en el futuro inmediato. Como despegue en la confianza, como plataforma de mayor tranquilidad para trabajar. En definitiva, que sea un quiebre positivo de aquí en más en la Academia.

“Deseamos que esto nos sirva para seguir mejorando -dijo el DT- y confiando en lo que estamos mostrando. Estoy muy satisfecho”. Sensibilizado, Juan Antonio exteriorizó generosidad: “Me alegro por la gente de Racing, por los jugadores, por los directivos... Se lo dedico a todos los que nos apoyan y venían sufriendo por los momentos tristes que nos tocaron vivir”.